Lo que hicieron fue de bandidos desalmados, letales, sedientos de poder, y como tales obedecieron a su instinto precario: aniquilar, dispuestos al holocausto en primer grado, con tal de no perderlo. Todos los que comandaron y organizaron la carnicería contra los perredistas (militantes del Partido de la Revolución Democrática, PRD, oposición de izquierda) el 19 de enero de 1995, tuvieron ese día su coronación como un tipo de bandidos crueles, que no es ajena a Tabasco pero sí novedosa –e inesperada– en la fabulosa y civilizada década de los noventa del siglo veinte.
Pero de aquel 19 de enero sangriento Pedro Jiménez León, el operador en jefe, ahora en el frenesí de sus horas de vuelo como superhéroe de Roberto Madrazo, afirma, en la entrevista en Telerreportaje de ayer 20 de enero de 2025, a treinta años de los sucesos, que sólo “hubieron dos o tres jalones de cabellos”. Emmanuel Sibilla le pregunta si piensa que la oposición exagera en su versión de los hechos, a lo que contestó “Yo creo que sí, yo creo que sí”. Y a la pregunta de si hubo pandilleros dijo: “Como no estuve ahí no sé”. Algo que el dictador Pinochet hubiera dicho sobre si Allende se suicidó o lo mataron en el golpe de Estado de Chile de 1973, de haber sido igual de parlanchín que los cínicos de por aquí.
Hábil para la narración de anécdotas políticas, en la cual siempre ha sido meticuloso hasta el detalle, la sabrosura del placer de contar cuentos, es una de sus gracias: el personaje clave de sus narraciones siempre es él, y en verdad lo es, porque no fabula ni es mitómano como Manuel Andrade. Al menos hasta ahora que ha empezado a contar otra versión de la carnicería del 19 de enero de 1995 en Plaza de Armas contra los perredistas y a desacreditarlos. Jiménez León fue campeón nacional de oratoria en 1983 en el concurso organizado por el Senado de la República para conmemorar el bicentenario del natalicio de Simón Bolívar. Manejaba el discurso que gustaba al régimen autoritario, entre el oficialismo y la retórica revolucionaria, pero fue su estilo acartonado como orador que, a decir de Ramiro de la Rosa Bejarano, un orador crítico del sistema en aquellos tiempos y de estilo fogoso y argumentado, quien quedó en segundo lugar, Jiménez León se ganó una rechifla del público cuando el jurado anunció su triunfo en ese concurso. Gracias a eso Gustavo Rosario Torres, quien ya era su padrino político desde entonces, pudo impulsarlo para su primer puesto importante, Vocal Ejecutivo de la Corat, el canal 7 de televisión pública. , a los veinticinco años. Cuando Jiménez León se entrevistó con el gobernador de ese entonces, Enrique González Pedrero, en cuya campaña electoral había sido del equipo de avanzada, Jiménez León operó una jugada inteligente, muy eficaz en el estilo de la relaciones de poder de la época (y todavía). Parte del premio del concurso nacional de oratoria era un busto de Simón Bolívar, y lo llevó para enseñárselo al gobernador. Ya en la plática, advirtió que González Pedrero tenía un busto de Juárez en su despacho, y de pronto Jiménez León, al ver que el busto de Bolívar le había gustado al gobernador, le dijo: “Se lo cambio si quiere”, señalándole con las cejas el busto de Juárez. Hicieron el intercambio de bustos de los héroes y se selló la simpatía. Sin embargo, hay versiones no confirmadas de que cuando Jiménez León le pidió ser presidente de Comalcalco, González Pedrero le habría dicho que lo sería cuando dejara las juntas con las que andaba. Sería alcalde de su municipio en el sexenio siguiente de Neme Castillo, pues fue uno de los pocos si no el único que logró sobrevivir al odio de Neme por todo lo que concerniera a González Pedrero. En adelante tuvo una carrera política vistosa hasta que dejó de serlo, tanto que La Jornada publicó en 1995 en primera plana una foto donde se le ve al frente de un grupo de personas armados con palos para ejecutar otro desalojo de perredistas en una carretera. Era presidente del Congreso local en ese momento.
El caso es que ahora reaparece para contar que es el verdadero héroe de 1995 y que son los perredistas los que actuaron en la ilegalidad y cometieron delitos y alteración del orden. Como si ellos no hubieran hecho un fraude electoral probado seguido de una represión digna de dictaduras sangrientas. Un principio universal hoy día indica que no hay ilegalidad cuando se lucha contra la injusticia.
Comienza por despejar culpas pues todas apuntaría a él, y ofrece el recurso de señalar a un Frente Cívico como se llamó en ese entonces, a una pandilla de ambiciosos de poder y dinero que se agruparon bajo ese nombre para imponer a Roberto Madrazo como gobernador después de cometido el fraude electoral de noviembre de 1994. Pero lo interesante es que en la entrevista en Telerreportaje menciona a todos los que estaban en esa revuelta, que además son del conocimiento público desde que ocurrieron los sucesos, y forman un grupo selecto de los primeros a los que expulsarían en el Ipiranga como a Porfirio Díaz en la próxima revolución, por autoritarios, desalmados, ladrones del presupuesto y traficantes de influencia.
Pero el subconsciente lo es todo siempre. En su versión en la entrevista, revela cómo la supuesta restauración de la legalidad que dice llevó a cabo como presidente del Congreso local estuvo basada en ilegalidades. Dijo que encerró una semana a los diputados en la biblioteca Pino Suárez llamándolos con engaños, haciéndolos dormir en colchonetas, así de amenazados estaban los pobres representantes populares. Eso en la vida civilizada se llama secuestro y no es propio de las democracias. Habló abiertamente de que los presionó recordándoles que si se iban de donde los tenía, los agentes de gobernación los amenazaría con destruir sus negocios chuecos o limpios, sus ranchos, y si rescataban a Madrazo, que para entonces ya estaba colapsando como gobernador, podrían seguir tranquilos con su vida de siempre. Eso es confesar públicamente el tráfico de impunidad sobre el que se asentó el operativo de rescate de Madrazo en la gubernatura. También afirmó un imperdible: dice que la marcha multitudinaria que organizó PRI dos días antes de la masacre del 19 de enero para contrarrestar la otra marcha también multitudinaria que hizo Andrés Manuel López Obrador y los perredistas, iban al frente los muchachos de la asociación de charros “como símbolo de paz” . Sin embargo en la vida hay categorias, y en ésta lo que hace parte del atuendo de un charro es su pistola, y el significado en sí del personaje charro, en general, es que es un gatillero de la caballería. El subconsciente lo es todo siempre.
¿Pero quién tomó la decisión del desalojo-carnicería del 19 de enero? Cuenta Jiménez León en la entrevista que hubo una reunión con Roberto Madrazo quien ya tenía su renuncia firmada y había aceptado ser Secretario de Educación para dejar la gubernatura. Dice que entra el exgobernador Mario Trujillo y un grupo de colaboradores de Madrazo “y le dice bueno a ver, dínos qué pasa, y entonces él (Madrazo) dice ‘Pues es que yo me comprometí con el expresidente a esto”’ Sus colaboradores le dijeron “No eres tú, es el pueblo de Tabasco que votó por ti, y que no quiere que te vayas, dile al Presidente que tú le quisiste cumplir y ahí es donde el Frente Cívico decide operar el desalojo”. Hooooooolaa Lolaaa! What matter with this guy! Si esto es cierto, si esa fue la frase que le dijo quiere decir que en los altos momentos de crisis terminales, cuando todo se habla en lengua franca y en pisos francos los marrulleros no se quitan la careta: la marrullería es el lenguaje del método a sangre y fuego. Hay ahí todo un fenómeno a estudiar en todos los casos en los que los bandidos traman.
Pero Wait a moment! Rebobina esto: eso quiere decir que Pedro Jiménez León ha revelado de viva voz quiénes tomaron la decisión de lanzar la carnicería contra los perredistas que estaban en Plaza de Armas, y varios nombres son muy claros, de los que estaban presentes en esa reunión, enlistados por Pedro mismo en la entrevista, comenzando con Roberto Madrazo y terminando ¡con él mismo of course! De esa manera la Historia ya puede poner nombre a los autores intelectuales y operadores carniceros confirmados de la democracia de ahora adelante. Jiménez León incluso da una lista de organizaciones que ellos convocaron para operar la carnicería de Plaza de Armas, anotando como un pie de página insignficante: “Y no niego que se haya colado uno que otro con conductas inapropiadas”. ¡Por todos los superhéroes y todo el cacao del Tabasco! Si los que entraron a golpear a Plaza de Armas a los perredistas fueron las pandillas de la ciudad contratadas y las del Reclusorio, algo documentado con fotos y testimoniales.
De manera que Pedro Jiménez León se anotó otra confesión cínica: de nuevo el subsconciente lo es todo, y la entrevista en Telerreportaje deben ser tal vez una forma de exorcizar la guerra civil de su alma y su conciencia, una que le dice que es un héroe en espera de su estatua (el sátrapa Neme tiene la suya, ¿por qué no una para él? la otra que le dice que cargó contra ciudadanos desarmados con la capacidad del presupuesto, la potencia de la policía, y la voluntad férrea de saber que, como él mismo dice que Gustavo Rosario Torres definió a la Secretaría de Gobernación cuando un agente de la misma lo quiso presionar para frenarlo, que podían “encerrar, desterrar y enterrar”.
En la entrevista se regocijó de minimizar el desalojo-carnicería al decir que fue solamente un episodio dentro de un conjunto de eventos antes y después. Es evidente que hubieron procesos, eventos y situaciones antes y después de la carnicería del 19 de enero 1995, pero eso no lo hace un detalle mínimo sino al revés, lo hace el Gran Acontecimiento Desgraciado en la historia de Tabasco. Es como si dijéramos que la matanza de Tlateloco en 1968 fue un evento mínimo porque hubieron protestas estudiantiles antes y después, y por ese solo hecho carece de importancia central en la historia de México. Ese gusto por minimizar las carnicerías es propio de ciertas mentalidades: por ejemplo, el líder histórico de la extrema derecha en Francia, Jean-Marie Le Pen también escribió libros y dio entrevistas donde abiertamente y con descaro afirmó que las cámaras de gases de los Nazis eran solamente un detalle en la historia de la segunda guerra mundial. De la misma manera que el personaje Aníbal del film El silencio de los Inocentes considera un detalle comerse a un inglés o a un americano en la cena.
Jiménez León se vanagloria incluso de haber hecho incluso “profesión de fe republicana” como él mismo llama, en un pensado y elaborado título nobiliario de la política (para ver si pega y se le queda para siempre) frente a una Plaza de Armadas que aún escurría sangre de perredista y cuyo aspecto era la de una franca zona de guerra. En un giro de fábula, de pronto habla en la entrevista de una tanqueta del ejército apuntando al edificio del Congreso con sus diputados en sesión aquel 19 de enero de 1995. Esto evidentemente es un intento de voltear la historia a su favor, envuelto en perfume de épica, en el sentido de que los que verdaderamente estuvieron a punto de perder la vida ese día fueron ellos, los bandidos del Río Grijalba, los diputados cómplices del fraude electoral de noviembre de 1994 y de la represión ocurrida horas antes, y no las víctimas de la carnicería mandada a ejecutar por ellos mismos. Sin embargo ayer mismo en las redes sociales los testigos presenciales de los hechos dejaron claro que nunca hubo una tanqueta del ejército en plaza de armas, ni siquiera de la Coca Cola, que como dios está en todas partes, y tampoco existe ninguna foto de tanqueta alguna. Algo muy creíble pues la prensa local y nacional estaba presente.
Jiménez León no exhibe fotos de la tanqueta, y debería saber que las dotes de narrador no dan para manipular la verdad. Con todo, la literatura oral de la política ficción se ha enriquecido en Tabasco. Ahora ya son dos narradores de este género, Manuel Andrade y Pedro Jiménez.
Hay otro tema que menciona en la entrevista cuando reveló cómo operó el sistema con cinco fideicomisos ordenados por el presidente Salinas de Gortari al partido y a la estructura gubernamental, para después decir que esos fideicomisos no eran formales, con lo que confesó públicamente que organizaron un atraco al erario para pagar el fraude electoral.
Un tema que me interesa y que he llamado en mi libro Laberintos de la Constitución una “fuga constitucional” es la controversia constitucional que interpusieron para hacer que las 50 cajas de documentos comprobatorios de los excesivos gastos de campaña de Roberto Madrazo no fueran objeto de investigación por parte de la Procuraduría General de la República. Jiménez León dice algo confuso: dice que ganó la controversia constitucional porque les dijo que no todo el dinero se había gastado en Tabasco y que su firma no aparecía en todos los cheques de los 70 millones de dólares despilfarrados. Pero la Suprema Corte, que en efecto protegió este delito, no sustentó su fallo en ese argumento sino en una interpretación literal del concepto de soberanía local que por cierto, no tenía razón de ser y reveló a los ministros como protectores del poder de los efectos de la Constitución y no al revés como es su deber.
Los documentos probatorios y la demanda ante la (PGR, hoy Fiscalía) se presentaron cuando los actores que cometieron fraude electoral de noviembre de 1994 habían asumido sus funciones, y por lo tanto, reclamaron jurisdicción sobre el expediente de las cajas de documentos. De esta manera, el fraude electoral más documentado de la historia del país pasó de ser un litigio entre partidos políticos a un litigio entre instituciones estatales y federales. La controversia constitucional –que por cierto fue la primera o una de las primeras pues esta figura democrática se introdujo en la Constitución en diciembre de 1994, de manera que este fallo fue contradictoriamente contra la democracia que debía proteger esta figura– fue interpuesta por el Presidente del congreso local, el procurador local, y el gobernador para reclamar la violación a la soberanía estatal con la investigación de la Procuraduría General de la República que es federal, porque se investigaba a los representantes de los tres poderes del estado libre y soberano de Tabasco.
La Corte decidió darles la razón porque dijo en su fallo que lo sucedido en Tabasco no vulneraba a la Federación y por lo tanto no tenía competencia la PGR. A nivel argumentativo un fraude electoral cometido en un estado miembro de la federación vulnera a la Constitución federal y a la Unión federal, por lo tanto la Corte se prestó al juego de poder. Así que ordenó a la PGR cerrar la investigación y remitir las pruebas (las 50 cajas de documentos originales de gastos) a la Procuraduría estatal cuyo procurador ordenó quemarlas una vez que las recibieron, y ahí acabó el cuento. Sin embargo la Suprema Corte cometió una violación a la Constitución con este fallo. La razón es simple. La Constitución federal establece en varios artículos que la democracia es la forma de vida de la federación, es decir, de todos los estados miembros. Y define cinco características de una elección democracia: certeza, legalidad, legitimidad, publicidad, transparencia. Todo eso fue violado por el PRI en la elección de noviembre de 1994. Pero además, la investigación por denuncia interpuesta ante la PGR hoy Fiscalía era contra un delito cometido en noviembre de 1994 y no en 1995 cuando Madrazo ya era gobernador, y Pedro Jiménez presidente del Congreso. Se les investigaba por un delito ocurrido antes de que fueran “elegidos” como representantes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y cometido cuando eran simples ciudadanos. Pero esa es la Suprema Corte, hasta el sol de hoy…
El fallo de la Suprema Corte de esa controversia constitucional es éste:
“Novena época. Instancia: Pleno. Fuente: Semanario Judi- cial de la Federación y su Gaceta. Tomo: III, junio de 1996.
Tesis: P./J.33/96, p. 389. CONTROVERSIAS CONSTITUCIO- NALES. INTERÉS JURÍDICO. LO TIENE ALGÚN ESTADO DE LA REPÚBLICA CUANDO CONSIDERE QUE UNA AVERI- GUACIÓN PREVIA FEDERAL VULNERA SU AUTONOMÍA Y PUEDA RESTRINGIR LA INMUNIDAD DE SUS SERVIDORES PÚBLICOS. Para el campo del derecho penal los sujetos ac- tivos o agentes del ilícito son personas físicas, individuali- zadas; no entes u órganos colectivos. Por eso, es cierta la aserción del procurador general de la República según la cual la institución a su cargo no puede investigar a órga- nos del Estado de Tabasco. De allí, sin embargo, no se si- gue que las averiguaciones previas impugnadas no incidan en la materia propia de este conflicto controversial y que, por tanto, el Estado de Tabasco, representado legítimamen- te por su Congreso de Diputados, no haya tenido interés jurídico para haber promovido la demanda de origen. Por ello, no podría disociarse del antecedente a que se ha hecho referencia la pretensión de la entidad política demandante acerca de que la Suprema Corte de Justicia dirima si dichas indagatorias socavan o no su autonomía y de que, además, resuelva si la prerrogativa de la inmunidad constituye un impedimento para iniciar una indagatoria de índole penal, que es precisamente la materia de la controversia. Dicho de otra manera: la finalidad de esta controversia es que se di- lucide si la forma de Gobierno Federal ha sufrido alguna mengua y, a la vez, que se determine el alcance y signifi- cado de dicho privilegio; es decir, su objetivo radica en la preservación de dichas instituciones políticas, para lo cual es incontrovertible que la entidad demandante tiene interés jurídico en la promoción de esta demanda; cuanto más que el llamado ‘fuero’ no es un derecho sustantivo e inheren- te de las personas que transitoriamente tengan el rango de servidores públicos sino un atributo en razón de la función que desempeñan. “
Pero Jiménez León es, definitivamente, desde su ángulo, un hombre de principios, congruente se podría decir si le seguimos el cuento. En Telerreportaje mencionó así sin una coma ni un poquito de pu-dor que diez años después de la carnicería de Plaza de Armas (no lo dijo así por supuesto, sólo dijo que diez años después), fue al zócalo (de la Ciudad de México), a defender a Andrés Manuel López Obrador cuando Vicente Fox que era Presidente quería eliminarlo mediante el desafuero. “Yo fui a defender a Andrés Manuel ¿por qué? Porque los presidentes no tienen por qué tener esa facultades metaconstitucionales (de quitar gobernadores), fue el mismo principio: la defensa de una autoridad debidamente electa”. Como si Madrazo hubiera sido debidamente elegido en 1994 y los bandidos del Río Grijalba todos correctos y respetuosos de los derechos humanos.
Dijo esto cuando a lo largo de toda la entrevista, por boca propia, había quedado claro para todo los radioescucha y televidentes a esas alturas estupefactos por tanta desfachatez e impunidad, que él mismo operó y estuvo al tanto de la carnicería del 19 de enero de 1995 en Plaza de Armas. Sibilla le pregunta al final si se arrepiente de haber apoyado a Roberto Madrazo (y los operativos represivos, se entiende), y Pedro Jiménez le dice que no. Para rematar Sibilla le pregunta: “¿Lo volverías a hacer”? Pedro Jiménez León, cazador de perredistas, orador de siete suelas, maestro de la tejemanejes del sistema, agente del régimen autoritario todavía en servicio, sin dudar contestó: “¡Claro que sí!”.
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