La pasión por la intensidad es el tejido del abismo y un universo dado por el daimon y el alma. Todo lo poético es una música que hace flotar al poeta a través del caos, de las maldiciones, de las desgracias terrenales, de los oscuros objetos del deseo a veces luminosos y a veces calamitosos. Es la antesala de la gracia y de l’esprit con que los poetas viven en este mundo, a veces reconocidos como bendiciones, las más de las veces despreciados y perseguidos por la gente intonsa, o por sus propios demonios encandilados por sus visiones o pensamientos dionisiacos.
La historia universal de la pasión por el abismo vive en cada poeta, y la poesía es la música que escribe para no sucumbir del todo o tan rápido: vive en la flotación, en la levedad con la que su alma y su daimon lo elevan sobre el mundo, la idea del mundo, y sobre las otras percepciones terrenales, abismales algunas, fantasmales otras. El amor las contiene todas, y el poeta con su alma y su daimon sucumben porque la levedad poética son el amor y el deseo. La percepción poética es pasión, pasión por el abismo. Y vida es abismo, amor es abismo. El abismo donde todos enlazamos nuestras locuras, almas dañadas, corazones dañados, almas ilusas, corazones ilusos, almas dulzonas, corazones dulzones, almas terribles y desalmadas, corazones terribles y arranca corazones.
Oscar Pérez Baxin es un poeta de este universo donde las locuras ordinarias son percibidas por su locura poética, un estado de visión desde donde se escucha a sí mismo y habla de sí mismo sobre lo que le ha hecho el mundo, la amada, la historia, la tierra “fecunda de tierras fértiles” como escribió Propercio, la fatalidad del momento consumado que pervivirá ad aeternam en su alma, allí donde cualquier otro mortal vería una especie de hotel de paso de los actos cotidianos. Pero Oscar Pérez Baxin es la intensidad. En él se funden el abismo íntimo y el abismo interior. No es un poeta de imágenes, ni de metáforas. Sus más logrados poemas son un discurso poético, espontáneos pero profundos, son países emocionales. Los mejores poemas son frescos donde hay vida, una transparencia dulce donde lo amargo es luminoso por el sentido poético y la verdad poética que emana de su alma y su daimon. Es revelación de lo que es vidente el poeta sobre el alma, la dicha, el abandono, el amor, la indiferencia amorosa, el desdén y la gloria del “periodo dentro del instante” (e. e. cumming).
En mi rincón inconcluso silente e inmóvil
“Tu figura en la invitación”.
Cerré mis ojos ante ella
y apareciste desde el pasado vestida de parda carne.
La sala toda; era tuya dónde iniciabas, no lo sé creo que en la luz
que dejabas escapar por la ventana
y subía al cielo hasta la luna
así, cobraste vida en el primer sonido eran “Las Blancas Mariposas”
tus brazos extendidos las alas
los crótalos hacían brotar los pétalos que bañaban el escenario
al terminar la última nota
Quise gritar ¡bravo!
Quise ¡aplaudir estrepitoso!
Quise ¡ponerme en pie!
más solo una lágrima derrame
que al bajar por mi mejilla
y estrellarse en el suelo
Me despertó de la inconsciencia. Entonces el hechizo se rompió
Quise invocarte; tocando con mis dedos tu figura en la invitación
pero solo logre
ver el amanecer
que se abría cual alas de mariposa
con sus sonidos
trocado por los crótalos.
Este libro es de un poeta que percibe intensamente un amor, es decir, la gracia del amor, y por lo tanto también la desgracia del desamor, de la “oscuridad perversa” que es el abandono amoroso.
Sus poemas nos hacen sumergirnos en amor a luz abierta, levedad a luz abierta, verdad a luz abierta, porque el mismo poeta, consciente y omnisciente declara a los cielos, a las constelaciones, a la ebriedad de la vida, ¡a la muerte!: “No creo sobrevivir a los amores clandestinos”.
La levedad de la muerte queda convertida en levedad del daimon, que es el dios interior que hay en el poeta. Daimon y alma superan juntos a la muerte.
No voy a mentir al amanecer
te encontraré después de mi muerte cuando cansado de soñar
mis ojos vuelen hacia la cima.
En la oscuridad de tu sombra
me impacto trashumante entre mundos
y desde el centro de la luna
caminaré hacia tus caderas
que desnudas semejan la mar tempestuosa
o vientos alisios que se meten en los árboles bajan por la cañada
y se refresca en el agua de tu sudor.
La muerte no es un recurso de la fatalidad ni del dramatismo sino una fuente de ironía dulzona que rompe la castidad de la tragedia en que se convierte la idea de la muerte fuera del concierto poético. Esta percepción de la muerte se aleja del concepto clásico de la desesperanza griega, es más consorte de la poética de Horacio donde la muerte, el fin de la vida, es una concertación de la acción en lo terrenal pero sobre todo en la posibilidad de la ensoñación. La ensoñación es también el imaginario de lo sensible, el hubiera creador, de lo que no existe en el mundo ordinario pero sí en las locuras ordinarias en que se disfrazan las locuras propias del abismo.
Y si me muero
después de buscar tus pisadas
en el sol
que marca
la soledad de mi inclemencia averiguaré que tan lejos
te marchaste
en la madrugada
cuando la luna
se marchó solitaria
después que tus pupilas dejaron de ser faro
en el sentimiento
que marcó
la diferencia
entre el olvido
y la sinrazón
de manejar la vida
en el camino
que seguía
después que dejaras caminos inconclusos
en la vida
que no muere
tras tu silueta incandescente
Es en “la vida que no muere” donde Óscar Pérez Baxin habita el deseo poético de decir viviendo lo que está destinado a ser conocimiento de pocos, de aquellos que han conocido el reverso del paraíso, la persecución de la ansiedad, la sinrazón de la exigencia, ese marasmo de la otredad, de donde solo salen ilesos los poetas, algunas veces: “Yo no hablo con vivos en las noches de insomnio” una divisa perfecta para sus poemas. Un diálogo en el infierno compuesto de gozo y fatalidad, gozo de percibir y expresar, fatalidad del tiempo que arruina “el periodo dentro del instante”, y que como escribió Eduardo Lizalde sobre la luz, “arrastra en su desastre todo lo que toca”.
drogándome tus dedos finos
con el pensamiento divagando
en el sopor de tus humores
me voy volando quedo,
el silencio con sus sonidos nocturnos
lleva un viento suave desde la ventana
y las cortinas cual fantasmas
se mueven acompasadas, rítmicas.
Algunos ámbitos de la percepción como la nostalgia no es lamento sino evocación vívida, energía, invisibilidad visible para la percepción del poeta:
La nostalgia que evoco tiene tu figura
entre los sentidos te mueves de aquí hacía allá entras y sales a voluntad
con tus sonrisas, con tus cabellos al aire despreocupada o con mirada adusta
en las penumbras o en la luminosidad
inmóvil o en grácil danza en el adoquín
así estas presentes en mi olfacción
entre mi boca y mi frente
vas llegando volátil en cientos de partículas
y presuroso se ensanchan las ventanas para otear por dónde vienes
cual jardín fragante
con el olor de jabón recién untado en el río como el petricor
con tu cuerpo y su propio aroma
te voy atrapando, te voy percibiendo
Los ecos de Eliot en el pasaje de Cuatro cuartetos donde escribe “En el punto inmóvil ahí está la danza”, tiene un efecto reflejo en la parte esencial de este poema donde vuelve profundo el sentido de la nostalgia para alejarse rápidamente de Eliot y continuar en su discurso poético. El tema de la inmovilidad y de la danza contrapuestas o armonizándose una y otra como una dimensión de la realidad donde todo lo que ocurre es envuelto por el destino, el azar, la concisión y la voluntad, tiene su propia tradición aunque en la poesía contemporánea lo reconozcamos como un recurso de Eliot que fue a buscarla… en la tradición. En el poema de Óscar Pérez Baxin la nostalgia tiene dos dimensiones: las penumbras son la inmovilidad y la luminosidad es la danza, y el poeta “atrapa” a la amada percibiéndola. Una summa de levedad que nos devela lo que es la inspiración poética, el instante poético, y la metáfora poética que es en sí un discurso poético. Óscar Pérez Baxin no construye efectismos sino un mensaje poético. Es ahí donde sabemos que tiene la gracia poética y no sólo el interés poético.
La amada es una realidad que es una locura. Es una vía para llegar al mensaje. Una figura para exorcizar ese mensaje, como lo fue el concepto de Beatriz para Dante: no nada más la amada, fundamentalmente una aliada de su daimon. Pero la amada abandona al poeta, la amada le hace decir lo que no hubiera podido deducir si ella no hubiera construido el abandono para él. Por eso increpar a la amada, celebrarla e increparla son dos vías lácteas que sostienen la inercia creativa de este libro.
Anda préstame tu infierno para acampar
sin que interese a nadie que arda abrasador
en tu infierno frío.
En el poema “Vicios” escribe: “De noche el viento me lleva a volar la vida celestial.” ¿Y qué es lo celestial para la percepción poética? Aunque en este poema Óscar Pérez Baxin roza la complejidad religiosa, el sentido de lo celestial no pertenece al sentido de ningún poeta: ahí donde quiere inducir un sentido, lo celestial se escapa porque es lo que no tiene tiempo dentro de sí y fertiliza la sedosa seducción del esprit –no de la espiritualidad–, la pasión de la perdición que es olvidarse del mundo ordinario y vivir en la verdad de la levedad absoluta de la poesía. Lo celestial es el cosmos de la religiosidad poética.
Qué haces ahí
flotando en mi mundo te perdiste en tu soledad
o no encuentras
el sistema que te dejó atrapada en el marasmo
de las madrugadas sempiternas
De pronto en el libro el poeta es más ligero en su espontaneidad y la velocidad de su mensaje es la de un fresco ya no de poemas reflexivos entre la celebración y el lamento increpador. Ahora la celebración y el lamento se quedan en la dimensión del gozo gracias a la ironía, la destreza del habla que se vuelve lenguaje, la cotidianidad que trasciende y del gesto intrascendente. Óscar Pérez Baxin asalta el mundo de la locura ordinaria con un poema y un mensaje poético vívido, tejiendo la destreza de llevar fielmente la aparente facilidad del habla cotidiana a la expresión poética:
Yo sé que tu no me la quitas
yo sé que tú la quieres
para que este contigo
para que te atienda
y te dé el amor que necesitas a través de su cariño
y su comprensión
yo sé que tú no me la quitas
sé que la necesitas
a tu lado
para que te dé el confort
de un mundo difícil
yo sólo sé que tú la necesitas como la necesito yo
pero no te reprocho
que quieras que este contigo tú la necesitas
porque tú estás triste
de lo que pasa aquí
porque ella
con su amor
nos demostró
que vale la pena seguir demostrando su cariño
yo sé que tu no me la quitas que solamente tienes envidia del amor que nos da
y que necesitas un consejo
un cariño
o que este pendiente de ti
yo sé que no te la llevas porque su tiempo termino
sino que era necesario
que estuviera contigo
para ayudarte
a proporcionar
el amor que depositaste en ella y que lo extendió
a quien quisiera y no
En la última parte del libro hay una serie de poemas que cuentan y al contar nos hacen ver las escenas cotidianas desde la fuerza de la expresión poética. Pequeños mundos donde la grandeza del presente que se desvanece y del cual no queda registro encuentra su inmortalidad. Llevado a la palabra el ahora ha escapado al no tiempo del olvido.
Uno de esos poemas, el más logrado del libro, es “Ciento treinta y dos”. En él Óscar Pérez Baxin se acerca a la potencia del recuento repetitivo de los frescos de Pessoa de “Todas las cartas de amor son ridículas” (escrito el 23 de octubre de 1935) y “Callos a la manera de Oporto”. El poema guarda una comunión entre la gracia poética, el mensaje poético, y el fresco poético. El más logrado momento de un poeta es cuando un poema es una novela donde viven los personajes, las épocas, la luz, el aire, los aromas, la nostalgia del presente que se fuga, y nos da la sensación de que basta abrir la mano o salir por esa puerta para estar en la escena, en el poema, ser el poeta que se aferra a la eternidad del instante poético del gozo de vivir incluso los días que maduran demasiado.
Me gusta verte;
. . . aparecer en la lejanía de otro día
. . . y contar los ciento treinta y dos pasos desde que subes a mi banqueta
hasta que doblas la esquina.
. . . por las mañanas viendo que las hojas de los almendros te saludan y tu no respondes.
. . . cómo castigas con tus pasos el cemento frío con tus pisadas trémulas.
. . . mientras cuento los latidos de mi corazón hasta que apareces.
. . . que me saludas apresurada
y sentir que el tiempo se convierte en tu enemigo.
. . . con tu vestido de colores
que tus caderas mueve a toda prisa y cortan mi respiración.
. . . que aparezcas al quince para las nueve sabiendo que entras a las ocho con treinta.
. . . para que me dejes con el alma en un hilo después de tu adiós apresurado.
. . .verte con el pelo mojado
porque me dice que pasaras despacio en día domingo
. . . porque sé que me ayudarás a pasar un día más para ver tu sonrisa congelada
Sí, me gustas.
Me gustas desde todas las mañanas en que te vi;
por vez primera
porque sé que también pasaras del otro lado de la acera y querrás escuchar mis buenos días
y no contestar.
Excelente doctor los escribí en los instantes precisos de gozo, tormentos y pasiones cotidianas desde mi mundo rico en un pueblo pobre