El atentado a Trump
La salida de Biden
El bazukazo Harris
La estrategia de los demócratas
Trump se preocupa y tira a matar
Alrededor de ella danzan algunos ecuánimes pero con más frecuencia locos a secas, locos imposibles, locos simpáticos, locos difíciles y locos desaforados: la chica del coro del Poder es la política. Porque en política también existe la tipología de las patologías sociópatas. Una constelación de la locura que pasa del ámbito privado al ámbito público. La chica del coro los aguanta a todos. Ella es solo la expresión del juego que debe hacer el Poder para cumplir con el requisito de civilidad y modernidad. En el fondo es la misma cuestión dura, fría y traficante desde tiempos inmemoriales: el poder no es política.
Las locuras insanas, en política, cuando tienen un programa generan más de un tipo de Maquiavelos de vanguardia, una expresión de Marshall MacLuhan. Según este autor los Maquiavelos de vanguardia son los que agregan método. Sólo hay que tomar en cuenta que el método no es en absoluto una línea de comunicación con lo bueno sino más bien con el más organizado y estructurado sistema de lo malo. Amplificando la expresión de MacLuhan podemos identificar varias categorías: están los Maquiavelos remisos (respecto a la vanguardia), un tipo clásico arcaico que quiere siempre conquistar sus colinas a sangre y fuego como buenos señores de horca y cuchillo. Están los Maquiavelos que no saben que no son Maquiavelos, aquellos que les gusta considerarse vivillos pero son instrumentos investidos de un poder público. Están, por fin, los Maquiavelos de vanguardia, que concibo de primera generación, muy en el tipo que tenía en mente MacLuhan. Pero pienso que existen también los Maquiavelos de vanguardia de segunda generación –por si dudaban que dios es grande. Estos Maquiavelos que podemos llamar de segunda generación llevan en su ADN lo que Sloterdijk describe como la razón cínica pero elevada al cubo, es decir, la irracionalidad cínica.
Hay buenos ejemplos en el mundo contemporáneo. Es más, las sociedades se están llenando de ellos. Son los locos desaforados que han devorado a todos los demás tipos de locos, y tienen un método: organizar sus fines y las vías para alcanzar sus fines, controlar la narrativa pero también la estructura y la composición de sus objetivos, en general destructores de la civilización política. Estos Maquiavelos de vanguardia son artistas del mal: no hay balbuceos en sus discursos ni dudas o temor en sus actos. Llegan, se instalan, se apoderan del espacio público y comienzan a corromper la percepción de la sociedad con sus abismos.
Cada Presidente de cada país puede ser un tipo en un momento y lugar determinado. Pocos son los que se sustraen a este maquiavelismo, pero hay políticos que lo logran: se necesita una visión superior de sí mismo en el sentido de tener una filosofía de vida, una exigencia del sentido como dice Dolina. Es algo que por naturaleza no existe en el maquiavelismo. La variación del Maquiavelo de vanguardia a alto nivel, los Presidentes, son únicas en su tipo tal vez porque la combinación de rasgos sociópatas que son comunes y perfilan una tipología se afina, se acentúa o se violenta con el poder, con la investidura presidencial misma. “La política es como un vicio amplificador, donde todos tienen una necesidad de afirmación, una necesidad de ser importantes, de ser reconocidos,” declaró un consultor político republicano en la nota de Politico “‘He’s Not OK’: The Entirely Predictable Unraveling of Madison Cawthorn“. Los Maquiavelos de vanguardia buscan el absolutismo, la estupidización, la soberanía de los bajos instintos.
Las sociedades contemporáneas han llegado a la época de los Maquiavelos de vanguardia. Veamos el asunto de los atentados, que someten a la chica del coro a espasmos. Los atentados mortales contra los Kennedy en los años sesenta, el atentado contra Reagan de 1981, dieron pauta a la estupefacción del público –la sociedad deviene público. El atentado contra Trump de julio de 2024, después de disiparse la estupefacción y el rechazo a la violencia –que todos suscribimos pues cualquier candidato debe ser vencido en las urnas sin excepción– pasó a ser parte del espectáculo político, instantáneamente. El espectador hubiera querido máaas porque es la sed que despierta un espectáculo. La sociedad se horrorizó ante la posibilidad de eliminar a una vedette política de manera violenta. Pero decíamos que la sociedad puede convertirse en otras cosas lejos del perfil y los intereses de la sociedad. Una de ellas es que puede convertirse en un público. Y el público, en el fondo hubiera querido más sangre, más heridas, en fin más precisión en la puntería del tirador para tener un buen espectáculo. Porque en términos de precisión el tirador fue un fracaso. Hay francotiradores que pueden acertar a dos kilómetros de distancia con el rifle adecuado. Interviene saber armonizar el viento, la respiración, el movimiento del corazón e incluso el movimiento de rotación de la tierra. Cada tiro es una siniestra obra maestra. Ahora bien, en el caso de Trump, en términos de balística el tirador fue exitoso: con un terreno desfavorable, un rifle potente –todos los rifles son potentes en la vida americana– pero sin referencias para medir la velocidad del viento y otras delicatessen técnicas que requiere un tiro de precisión para un magnicidio. El tirador estaba, además, en la pendiente de una azotea de lámina acanalada y al descubierto, seguramente con una condenada sangre fría pues en su visión tenía al equipo de francotiradores que iban a matarlo en cuanto disparara. Debió saber que era un blanco fácil para el equipo de francotiradores de élite del Servicio Secreto. Alcanzó a disparar ocho tiros y a sobrevivir unos quince segundos desde el primer disparo antes de ser abatido. Normalmente un francotirador ejecuta el tiro desde un lugar oculto, agazapado, sin mostrar siquiera la punta del rifle, como en las películas, por eso son así las películas. Eso le da una oportunidad de escape, para lo cual está altamente entrenado, se gasta mucho presupuesto público para enseñarles a matar y desaparecer. Este tirador jugó resueltamente a armar un tiroteo al viejo estilo de un duelo de cowboy del viejo oeste: de frente y sin miedo, como en una escena de tantas películas con Charles Bronson –Hasta que le llegó su hora– o Clint Eastwood. Estaba a sólo 130 metros del objetivo y sin ningún camuflaje, ruta de escape, apoyo técnico o equipo de apoyo. Tal vez apostó a que lo atraparían, caería en las redes de la vedettización, invocaría derechos humanos y cumpliría una condena con un bets-seller en las listas del New York Times.
El primer tiro hirió a Trump a sólo uno, máximo dos centímetros de la cabeza, ¡bang, bang, bang, bang, bang, bang, bang, bang!, la Virgen de Guadalupe que tanto critica lo protegió sin lugar a dudas. Why? Cada vez más latinos votan Republicanos darling, ellos encomiendan a Trump a la morenita. Para el récord de tiradores lo importante es que tocó al objetivo, lo hirió aunque no de muerte. Si Trump tiene razón en su relato que hizo ante la Convención Republicana donde aceptó la nominación para ser el candidato presidencial, de que el tirador no acertó por un movimiento de cuerpo hacia su derecha que hizo en el último momento –algo que no es exactamente así según el video–, pero si tuviera razón, entonces el tirador tuvo cierto éxito en su puntería antes de morir. La precisión de su tiro fue arruinada por el destino traidor que también le dio una oportunidad a Trump. Pero éste dijo la mentira de que movió el cuerpo hacia su derecha cuando la bala iba a darle el beso de la muerte para que encajara con su propaganda de que Dios lo salvó y ahora anda tocado por lo divino. Y poder hacer grande a América again, su viejo batidillo de siempre. En realidad, en una foto publicada por el New York Times y aceptada por todos los diarios importantes del mundo, se ve claramente un línea blanca, que representaría la trayectoria de la bala que hirió la oreja de Trump. En la foto también se aprecia todavía más claramente la cabeza de Trump girado ya hacia la derecha antes de que la bala hiciera contacto. En el video difundido Trump no voltea en el último momento. Ya se encontraba girado hacia la derecha mostrando un gráfico sobre inmigración expuesto en un espectacular colocado… a su derecha. El tirador disparó cuando ya Trump estaba en esa posición. Fue el tiro que no dio en el blanco, no el aura celestial de Trump, Mr. Bang-Bang.
La que disparó un señor tiro que hirió de gravedad a Mr. Bang-Bang fue la chica del coro de los Maquiavelos de vanguardia. Sucedió así: Mr. Bang-Bang quiso aprovechar su atentado para verse fuerte y poderoso, la foto y el puño en alto al levantarse del piso. Después el discurso humilde por unos minutos en la Convención republicana donde narró los hechos, su sentir. Todo le era favorable. Incluso el asunto de Biden, el Presidente y candidato presidencial demócrata en ese momento. Su desempeño y su decrepitud. Todos pidiendo que se bajara del caballo y Biden diciendo que no se bajaba. Mr. Bang-Bang haciendo de sepulturero de Biden y de los demócratas en noviembre próximo, cuando el alivio del dolor de su oreja herida iba a volverse placentero. El atentado hizo que varios medios afines y no afines se desanimaran y comenzaran a hablar de que esa bala lo había hecho ganar las elecciones ipso facto. Y de pronto ¡B A A A A N G !, UN MALDITO BAZUKAZO POR EL JARDÍN IZQUIERDO O CENTRAL O POR DONDE SEA QUE JUEGUE SU POSICIÓN ESE MALDITO DE BIDEN. Mr. Bang-Bang ya estaba en su marcha triunfal hacia noviembre y relamiéndose con jugar a la segura la campaña electoral –“Me llevé un balazo en nombre de la democracia”, dijo en una retórica efectista en su primer mitin después del atentado– y ser Presidente por segunda vez. Ya estaba blindado por la Suprema Corte con inmunidad para todos los juicios que se le siguen y por lo tanto, con licencia para matar mexicanos, deportar inmigrantes, desatarse con su inhumanidad otra vez, y arremeter contra árabes, chinos, chicanos, demócratas, republicanos disidentes de él, y en una de ésas, a Abraham Lincoln y al nunca bien asesinado John F. Kennedy para que nadie olvide lo que hacemos los halcones. Pero a Biden lo cercaron los rangers del dinero, le apuntaron, lo arriconaron, le cortaron cartucho, Biden aprecia sus orejas y ¡CEDIÓ! El buen Maquiavelo de vanguardia aguantó tres semanas bajo fuego amigo. El primero en tirar fue nada menos que el New York Times en un editorial de una osadía nunca vista en la historia política americana. Le dijo a Biden que tenía que bajarse de la contienda si quería darle un gran servicio a los Estados Unidos. Sonó a desafío, casi a un gesto de mauvais genre. Y atrás se soltaron todos. Biden les dijo que no, que iba a pulverizar a Mr. Bang-Bang en las elecciones de noviembre. Y justo cuando Mr. Bang-Bang está de plácemes con su tiro en la oreja y toda la cosa, el Maquiavelazo de Biden renuncia a su propia candidatura presidencial, ¡B A A A A N G ! Ladies and Gentlemans: United States: 1, Mr. Bang-Bang: 0. Que se jodan con ese score.
Mr. Bang-Bang tiene 78 años y Mr. Biden, actual presidente de los Estados Unidos, 81. Mr. Bang-Bang se ve fuerte. Más después de levantarse a gritar como desaforado “¡Luchen!” a sus seguidores un minuto después de que le dispararon para matarlo, sangrando, enojado y asustado, pues en la medida que pasaban los segundos después del atentado y se iba enfriando, se le vio tremendo susto justificado en el rostro. Entonces Mr. Bang-Bang parecía, y así se vendía, como un fortachón político, perro de lucha, acorazado, oso maloso que iba a drenar el pantano de la política en Washington –¡yeees!, la misma cantaleta de hace ocho años– y que Biden era un viejecito pobrecito decrépito, el aspirante presidencial más viejo en la historia de Estados Unidos. Y Biden haciéndole la segunda, pareciendo en efecto un decrépito sin capacidades mentales. Pero ahora. Ahora toda esa condenada fiesta se terminó de golpe con el bazukazo que le mandó ese viejecito decrépito de Biden. Ya no será el candidato demócrata a la presidencia, y dio un paso al flanco para dejar como candidata presidencial a su Vicepresidenta, con un historial como fiscal contra banqueros y criminales. Los malditos juicios ya estaban pasando al olvido después de que la Suprema Corte, manipulada por Mr. Bang-Bang (la mayoría son sus aliados, a la mitad de esa mayoría los puso él cuando fue Presidente) le dio inmunidad a sus actos de intento de golpe de Estado del 6 enero de 2021. Sus seguidores estaban en otros temas, el muro en la frontera con México, las maldades que le haría a los mexicanos y a los migrantes latinoamericanos, la bendita bala en la oreja. El juicio por sobornar a una actriz porno para que no contara su aventura con ella durante su campaña presidencial pasada, el juicio por robarse papeles clasificados que se llevó a su casa cuando dejó la presidencia, su incitación, planeación y animación del intento de golpe de Estado para impedir que Biden tomara protesta en el Congreso como Presidente, y del asalto al Congreso con violencia de sus seguidores con la consigna de ahorcar al Vicepresidente Mike Pence que le estaba tomando el juramento a Biden. Todo eso ya iba rumbo al olvido prácticamente. Al olvido como crímenes. Porque a cada nada Mr. Bang-Bang contaba que eran hechos gloriosos, dignos de su inteligencia, y que el Estado profundo traía una cacería de brujas en su contra. Como cuando Hilary Clinton le señaló en su primer debate que había hecho triquiñuelas amparado en el código fiscal para evadir impuestos, un crimen de lesa majestad para los electores americanos –al menos para los electores americanos hasta la generación pasada– y Mr. Bang-Bang dijo, regodeándose, “Eso me hace más bien inteligente”, dando por sentado que encontrarle el truco al código fiscal lo hacía una persona con capacidad para dirigir un país. Mr. Bang-Bang no tiene fondo, es la personificación de la sinrazón cínica del tipo de Maquiavelos de vanguardia de segunda generación.
Pero ahora, sin Biden y con Kamala Harris, de 59 años, la Vicepresidente y ex-fiscal de California, a Mr. Bang-Bang se le volteó el destino al menos en dos cosas. Una, es que ahora él pasó a ser ¡el candidato presidencial más viejo en la historia de Estados Unidos!, y su discurso ya no suena tan vigoroso y lógico como hasta hace unas semanas. Su atentado perdió brillo ante el anuncio del retiro de la candidatura Biden, Presidente en funciones, un hecho inédito en a política americana, una operación política táctica y estratégica producto de un tour de force –han habido Presidentes que no se presentaron a la segunda elección pero eso es otra cosa. Mr. Bang-Bang sigue empeñado en el discurso que le funciona: que va a destrozar a la política americana tradicional y a los que se le pongan en su camino, incluso que habrá una Tercera Guerra mundial si no gana. Mientras tanto los demócratas han pasado a la acción. Recientemente describieron a Trump como una ficha judicial, “la aparición de un criminal de 78 años en Fox News” y están jugando a pegarle una etiqueta sencilla (la táctica política como la arquitectura es sencilla: basta un trazo simple para la genialidad): “¿Trump es viejo y es bastante raro?” Y en conjunto, con su mancuerna JD Vance para la Vicepresidencia, otro desaforado por los cuatro costados, los demócratas andan diciendo: “Estos tipos son raros”.
Los demócratas han encontrado una forma muy sencilla, austera por no escandolosa, discreta más bien de desbaratarlos: decir que son raros. Es relajado, es lenguaje people connection. Y ahí se abre el hoyo negro para esos dos republicanos, que juntos develan esa personalidad a trasluz (Mike Pence, un cristiano conservador que fue su fórmula anterior, equilibraba la rareza de Trump).
Ese es un ejemplo de cómo un pequeño flash back lingüístico es un potente catalizador como medio de comunicación. Los “raros” era como se descalificaba moral y socialmente a una persona inadaptada a la sociedad hace cuarenta años. Debilitado su efecto, esa palabra no había sido utilizada en este milenio en el discurso político. Ahora reaparece, límpida y perfecta para arrinconar a Mr. Bang-Bang. Al decir que es un raro no se necesita mayor explicación. El portal Politico refiere que la portavoz de la campaña de la nueva candidata presidencial demócrata Harris, afirmaba que el compañero de fórmula de Mr. Bang-Bang, JD Vance había “pasado toda la semana en los titulares por sus ideas raras y fuera de contacto”. Y todos en el partido demócrata dicen la misma palabra, en el mismo sentido. Esa es una bola de nieve que alcanzará seguramente importantes proporciones. Es decir, bastó cambiar la noción de que los insultos y las barbaridades de Mr. Bang-Bang eran ofensivos a que eran extraños, raros. En un artículo en Politico, Eli Stokols and Elena Schneider refieren: “El uso de palabras nuevas llama la atención de la gente. [Es] muy fácil desconectarse del lenguaje político”, dijo la estratega demócrata Martha McKenna. La etiqueta de “extraño”, añadió, se adapta no sólo a los candidatos sino también al movimiento MAGA en general. “Es la primera palabra que me vino a la mente cuando vi las vendas blancas en las orejas de los delegados en la RNC: ‘Eso es raro’”. Más adelante, los autores nos dan un análisis sobre lo estratégico y efectivo que es calificarlos como “raros”, una pequeña lección de neurolingüistica de la estrategia electoral: “Litman, cofundador de Run for Something, argumentó que es una estrategia de mensajería más efectiva: “La gente entiende ‘raro’ de manera más intuitiva que, digamos, ‘amenaza a la democracia’”. Maquiavelos de vanguardia hay en todos lados, y hay a quienes les gusta cuidar a la chica del coro.
Pero la forma como reconfiguran su estrategia de ataque los demócratas es considerable. En ese solo movimiento de bajar a Biden de la contienda hicieron redescubrir la esperanza en la sociedad americana sin que tuviera ésta que ponerse a pensar en eso. Mr. Bang-Bang se decanta ahora más bien hacia una arenga repetitiva y tendrá que hacer frente al discurso argumentativo que desarrollará la candidata demócrata. Las mentes americanas tendrán un impulso eléctrico, un shock, incluidos los republicanos seguidores de MAGA –Make America Great Again: por un lado Bang-Bang con su perorata de vamos a matar mexicanos y a levantar un muro “que ya está a la mitad” –aunque en realidad vaya por la tercera parte–; y por otro lado, una ex-fiscal argumentado un proyecto de nación y cuestionando los crímenes de Mr. Bang-Bang y sus audiencias a los que será llamado en los próximos meses en los juzgados federales. Harris, en uno de sus primeros discursos como candidata, enlistó su trabajo como fiscal: “Depredadores que abusaron de mujeres, estafadores que estafaron a los consumidores, tramposos que violaron las reglas para su propio beneficio… Así que escúchenme cuando digo que conozco el tipo de Donald Trump”. En cambio Mr. Bang-Bang la embistió a su manera, la llamó “una vagabunda hace tres semanas”. Hace tres semanas Harris era la Vicepresidenta en campaña junto con Biden para un segundo periodo. Recordemos que Mr. Bang-Bang ha sido un exitoso lenguaraz de televisión y es gracioso in its own way, a su manera. Gracioso para nosotros pero ese tipo de discurso es tremendamente efectivo para la América profunda que se encuentra en el medio de la costa este y la costa oeste. Ahí vive el grueso de la población ideologizada por el fundamentalismo religioso y la derecha extrema. Lo que a nosotros nos parece un absurdo surrealista para ellos es verdad pura y miedo en conserva para llevar.
Por ejemplo, en un evento de Mr. Bang-Bang para “unir a los cristianos en todo Estados Unidos” dijo la siguiente ráfaga sobre Harris: que ella nombraría a un “marxista incondicional” en la Suprema Corte para contrarrestar a los tres jueces que él nombró defensores de los valores conservadores, que los manifestantes que pintaron graffitis a favor de Hamas (la organización terrorista) en Washington eran “partidarios de Kamala Harris”, que su marido, Doug Emhoff, es judío y no le gusta “el pueblo judío”, y que “Con cuatro años más de Harris, que fue peor que Joe Biden en el verdadero sentido y mucho más liberal, Estados Unidos será diezmado por la delincuencia migratoria, demolido por el fascismo, devastado por una inflación galopante y empobrecido por la destrucción total de la energía estadounidense.“ Mr. Bang-Bang no cree en todo eso pero sabe que es el discurso con el que arrasa votos y recaudación de dinero en sectores ultraconservadores de la población. Y son millones. Al terminar su intervención Mr. Bang-Bang se ofreció una flor para sus ambiciones dictatoriales. Les dijo “Cristianos, salgan a votar. Sólo por esta vez. Ya no tendrán que hacerlo más… en cuatro años más, se solucionará, todo estará bien, ya no tendrán que votar más, mis hermosos cristianos… Los amo. Salgan, tienen que salir y votar. En cuatro años, no tendrán que votar nuevamente. Lo solucionaremos tan bien que no tendrán que votar”. ¡Y que una copa empuje a la otra!, como escribió Horacio, “tan bien arreglado que no tendrás que votar”, ¡ooooh bendita sea la chica del coro de Mr. Bang-Bang! Todas las alarmas se encendieron en el campo demócrata: es“una amenaza de que las elecciones de 2024 podrían ser las últimas”. Es una revelación de que el Maquiavelismo de vanguardia de segunda generación está pensando no solo en ganar a como dé lugar las elecciones presidenciales de noviembre y convulsionar de nuevo el American Power Lifestyle sino intentar lo impensable: liquidar la democracia en Estados Unidos. El cinismo de estos Maquiavelos de vanguardia ha evolucionado al grado de decir abiertamente sus intenciones, que no son nuevas ni novedosas, pero que siempre habían guardado en una maleta lejos de la opinión pública. Los demócratas no se quedaron quietos tampoco ante la andanada contra Harris. Publicaron un comunicado donde entre otras refutaciones banalizaron al “raro” Mr. Bang-Bang. Dijeron: “en general sonaba como alguien con quien no querrías sentarte en un restaurante, y mucho menos que sea presidente de los Estados Unidos”. De nuevo la estrategia comunicativa de guerra electoral con palabras que sí entienden los electores de ambos partidos.
Los Maquiavelos de vanguardia han estado desplegando sus ambiciones y sus estrategias a lo largo de las últimas dos décadas, a partir del ataque a las torres gemelas. Pero como lo observa Le Monde, la política americana nunca había estado en un momento de crisis tan profundo. El asesinato de John F. Kennedy fue un periodo de convulsión, de shock, pero las instituciones no sufrieron daño. La Constitución americana como cualquier otra Constitución maquiavélica –en el sentido de que lo que importa es preservar un Estado, la gran lección de Maquiavelo– está diseñada para activar el mecanismo de muerto el rey, viva el rey. No hubo vacío de poder, ni crisis constitucional, ni crisis de las instituciones. Ni siquiera se vulneró ningún subsistema político: ni la burocracia de la división de poderes ni el sistema de partidos ni el sistema de justicia se vieron afectados. Sólo mataron a la persona que se desempeñaba como Presidente. Pero no mataron al Presidente como institución, a la Presidencia, mucho menos mataron a la chica del coro, la política. No hubo un golpe al Estado, todo lo contrario, los golpistas golpearon al que les impedía acceder al control del Estado tal como funciona: con su espectáculo por arriba y sus grandes intereses de los factores reales de poder por abajo.
Tres escenarios convulsos han perturbado el statu quo americano. Hubo un atentado contra un candidato presidencial, distinto a cualquier otro porque ese candidato ya había sido Presidente de los Estados Unidos, con una estela polémica amplificadora de su imagen y su programa pero mundialmente conocido y seguido en sus acontecimientos. Enseguida, vimos que un Presidente en funciones, aferrado a su candidatura presidencial, que había incluso debatido ya con el otro candidato en una ocasión en la campaña política, renuncia a su candidatura bajo presiones externas a su voluntad, orillado pública y privadamente por el establishment del partido demócrata y sus aliados. Y un tercer flanco: la Suprema Corte, como nunca antes, se ha mostrado entregada a Mr. Bang-Bang, actuando abiertamente como militantes de su programa. Y más, le dio inmunidad con una resolución propia de la irracionalidad cínica de los Maquiavelos de vanguardia: que Mr. Bang-Bang no incurre en responsabilidad en ninguna de sus acciones siempre y cuando las haya ejecutado como Presidente de los Estados Unidos. La vergüenza ha cubierto a la Suprema Corte americana –no parece importarle a seis de sus ministros–, a excepción de los tres ministros que se mantienen ecuánimes pero que son arrasados por la mayoría pro Mr. Bang-Bang. Esa resolución, junto con una batería de resoluciones que han desmantelado el liberalismo político y democrático de la gobernanza americana configura una conspiración de esa Suprema Corte contra la sociedad americana.
El diario inglés The Guardian comentó que Sonia Sotomayor, una de las ministras que aún defienden la ley y la justicia dentro de la Corte, dijo en un discurso en Harvard “que después de algunas de las recientes decisiones de la Corte Suprema regresó a su oficina, cerró la puerta y lloró: ‘Ha habido esos días y es probable que haya más’”, dijo la ministra. En un editorial de The New Republic, el editorialista hace la pregunta “¿Cuántos escándalos puede crear una Corte Suprema?” Una pregunta que hasta hace unos años hubiera parecido absurda y fuera de contexto tratándose de la principal institución del Poder Judicial.
Mr. Bang-Bang se rodea siempre de otros Maquiavelos de vanguardia que han terminado por ser atrapados por la justicia. Uno de ellos es quien fue su mentor, el abogado Roy Cohn. Fue él quien le enseñó, cuando era joven, el método de “miente y ataca, miente y ataca” y a nunca pedir disculpas, a sobregirarse en la línea de flotación. Roy Cohn fue condenado al final de su vida por la justicia. Otro Maquiavelo de vanguardia, Steve Bannon, rechazó acudir a una comparecencia en el Congreso y acaba de ingresar a prisión para purgar cuatro años de condena. Otro más es Rudolph Giuliani, famoso por su programa de Cero Tolerancia contra la inseguridad cuando fue alcalde de Nueva York. Giuliani ha sido recientemente despojado de su licencia de abogado en Nueva York. Todos ellos han afectado la vida pública de Estados Unidos en el mal sentido. Han arruinado a la chica del coro que siempre mostró una personalidad presentable. Pero a pesar de estos casos donde la justicia aprieta las tuercas, universalmente se está lejos de que el triunfo de los Maquiavelos de vanguardia sea limitado. La chica del coro será siempre una eterna jovencita sin piedad.
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