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El desarrollo político y los asesores políticos

Las democracias con una vida política competitiva y con debates sobre la razón pública lo son porque, en general, sus políticos saben de historia política, ciencia política y derecho constitucional.

Así, cualquier visión o razonamiento sobre el presente no sólo se funda en una formación de teoría política y conocimiento del sistema político sino también sobre las leyes de la historia, es decir, sobre lo que la historia política nos enseña y nos previene. Eso es importante sobre todo en los momentos en que los políticos deben conducir un cambio de régimen, revolucionar las políticas públicas, o identificar un contexto político para no empantanarse por el escenario del statut quo.

De hecho, el desarrollo político en un sistema político no es producto de un programa partidista o de un decreto. El desarrollo político implica variables, es decir, características que se relacionan con métodos de concertación, experiencia especializada, incluso científica sobre la política, comprensión del sentido de Estado ―un interés general al cual deben supeditarse todos los jugadores del sistema para preservarlo y afianzarlo―, conocimiento político en términos de teoría, de conceptos, de formación intelectual de los cuadros políticos, y de cultura en general. El grado de cultura política depende de estas variables más que de la acumulación de experiencias en el terreno de la lucha política o en el de los puestos públicos administrativos o de elección popular. Sin embargo la combinación de ambas en los cuadros de toda la clase política son el escenario ideal.

El desarrollo político también implica la maîtrise, es decir, el dominio de la voracidad por el poder para dar paso a la ecuanimidad que permite no vulnerar ni violentar los procesos políticos. Saber esperar, saber escuchar y razonar, saber correrse a la razón de los de enfrente, o construir una razón entre todos, es signo de desarrollo político. Esto es fundamental para sobrevivencia del sistema político y, por supuesto, de la clase política. El sistema político es el campo de juego y al colapsarse los jugadores se quedan sin mundo material, y sobreviene la ingobernabilidad. Es decir, un estado en el que no existe el sistema político, ni nadie puede negociar políticas, ni esperar que se activen sus garantías políticas constitucionales. Las constituciones y las leyes se vuelven ineficaces y generan crisis profundas en la política cuando la clase política no es capaz de resolver con acuerdos lo que tal vez esas instituciones no preven.

Por eso es importante que el desarrollo político esté basado en un saber político. En otras palabras, en la educación política que los políticos deben adquirir en la universidad o de manera autodidacta. Joseph Stiglitz en su libro El malestar de la globalización llama la atención de que las reglas comunitarias para la economía global empiezan por la política y que como apunta Bourdieu “la necesidad de que los políticos se comporten más como estudiosos y entren en debates científicos basados en datos y hechos concretos”.

Así, la formación en universidades comunes o grandes escuelas, da una cohesión para la formación de la “voluntad política” que es fundamental para la conducción de las instituciones públicas. Compartir los mismos maestros, admirar los mismos libros, asistir a clases en la misma alma mater, adquirir la misma visión del mundo y de la vida que tiene cada escuela, son fuerzas interiores emotivas e intelectuales. En el escenario político tienen un valor decisivo sobre la conducción del Estado, y los valores de la humanidad. Esto se centra en que el sentido común ―que como anotó Voltaire no es tan común― se mantiene por sobre todas las cosas.

Este tipo de formación genera otro escenario interesante:

los consejeros y asesores de los que se rodean incluso los políticos más pragmáticos y voraces tienen un papel muy importante.

En algunos países la denominación de los especialistas que se dedican a generar análisis y datos serios al político son llamados consejeros. En México, el asesor es generalmente un especialista que genera análisis pero que no siempre es tomado en cuenta. En un país donde el perfil improvisado del reclutamiento político es la constante, las consecuencias de esa creencia vuelven más vulnerable al político en su desplazamiento en la arena política y en su saber político. Muchas veces si un político necesita una opinión sobre qué decisión tomar en alguna circunstancia política no consulta con su asesor sino tiene la creencia de que debe consultar con otro político. Piensa que debido a su puesto le va a aconsejar mejor.

Sin embargo los asesores que tienen tras de sí una formación sólida, sustraídos de la adrenalina del juego político (y del desgaste físico y anímico que conlleva) gracias a la cual pueden ver el escenario político en todos sus registros e identificar el movimiento de los diagramas de las distintas fuerzas que juegan en la arena política, son los más indicados para aconsejar. Sobre todo cuando se trata del sentido del voto sobre una ley, o cualquier otra cosa que ponga en juego los intereses de la sociedad y la democracia del Estado.

Freddy Domínguez Nárez

Doctor en Ciencias Políticas por la Université Panthéon-Sorbonne Paris I. Miembro del CRICCAL-Université de la Sorbonne-Paris III. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores del Conahcyt. Profesor Investigador en la Dacsyh-UJAT.

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