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El engranaje de la fatalidad: la necesidad de la política en el siglo XXI

En este escrito se propone un ángulo de análisis para pensar los fenómenos sociales de la primera mitad del siglo XXI. El autor sugiere remplazar los engranes que conducen a un desenlace fatal por opciones que permitan construir un horizonte de posibilidad democrático y humanista considerando a la política como el espacio indispensable para la resolución de conflictos.

Si en el siglo XX se pensó (con una lectura particular de Hegel), en un supuesto Fin de las “ideologías” y “de la Historia” (Fukuyama, 1992), el siglo XXI parece hallarse en el desamparo ante el “retorno” de todo tipo de conflictos e ideologías que, en realidad, nunca se fueron. Ante la persistencia, al menos en buena parte de Europa, del thatcheriano “there is no alternative” planteamos que una de las vías para pensar a las sociedades contemporáneas es partir de la crítica y comprensión de la fatalidad (entendida como el desenlace violento de un conflicto), como resultado de una serie de engranes que pueden y deben ser desmontados siempre y cuando exista la voluntad y las condiciones para ello. En este sentido, de la guerra de Ucrania al previsible nuevo estallido del conflicto israelo-palestino, consideramos a los desenlaces violentos como contrarios al bien común y, sobre todo, estimamos que sí hay alternativas, pero que éstas pasan a segundo plano creando, de tal modo, las condiciones que favorecen escenarios fatales.

Ahora bien, para completar el mencionado proceso de identificación y desmontaje, se requiere también poder reconstruir o remplazar el engranaje. En ese contexto, la política (considerada como un espacio para la resolución de conflictos) es una herramienta indispensable para oponer, a la fatalidad, la posibilidad de construcción de un horizonte razonado, razonable, democrático y humanista. Así, la despolitización metódica como escenario no es opción porque favorece lo que aquí denominamos “el engranaje de la fatalidad”. El objetivo de esta reflexión no es establecer una vía única, no la hay, sino llamar la atención acerca de lo que las sociedades pareciesen no estar tomando en cuenta al momento de tomar decisiones.

Lo que a continuación denominamos “engranes” son factores que se presentan, en mayor o menor medida, en los fenómenos sociales favoreciendo el avance hacia un desenlace predeterminado como necesariamente fatal y desesperanzador. Según el filósofo Daniel Saïd, el temor de la desaparición de la política frente a los totalitarismos no es nuevo, pero hoy estaríamos haciendo frente a un enemigo más peligroso: el “totalitarismo con rostro humano del despotismo del mercado”. En este sentido, coincidimos con la visión de Saïd y proponemos un ángulo de abordaje que pone los proyectores en algunos factores de ese proceso totalitario, apostando por el retorno necesario de la política como espacio y “arte estratégico” (Saïd, 2011). La lista siguiente no es, evidentemente, exhaustiva, pero constituye un primer esbozo:

  • Transmisión y olvido: El primer engrane es la dificultad de transmisión del conocimiento y de las experiencias del pasado. Este fenómeno ha sido descrito por historiadoras como Christine Bard (2020) cuando subraya que la “Segunda Ola” de movimientos feministas se consideró, a sí misma, como la primera ignorando totalmente a la que le precedía. Este engrane debe ser desmontado y remplazado a través del reforzamiento de las Ciencias Sociales y Humanas con una visión transdisciplinaria e interseccional como correa de transmisión de conocimientos que permitan luchar contra el olvido. Obviamente no se puede decir que no ha habido voces de alerta pertinentes e inteligentes. La lista es larga, pero podemos, de entrada, citar a un puñado en el que se halla: Polanyi, Ivan Illich, Henri Lefevbre, etc. Así, existe una multiplicidad de voces, pero hasta hoy siguen siendo acalladas o son sólo audibles para una minoría.
  • El “odio a la democracia”: La expresión es del filósofo francés Jacques Rancière a quien me permito citar pues su idea es muy clara: La democracia debe poder “reencontrar la potencia singular que le es propia. La democracia no es ni esa forma de gobierno que permite a la oligarquía reinar en nombre del pueblo, ni esa forma de sociedad regida por poder de la mercancía. Es la acción que sin cesar arranca a los gobiernos oligárquicos el monopolio de la vida pública, y a la riqueza, la omnipotencia sobre las vidas. Es la potencia que debe batirse, hoy más que nunca, contra la confusión de estos poderes en una sola y misma ley de dominación”. Si lo que expone Rancière remonta, por lo menos, a la época de La Boétie y su Discurso sobre la servidumbre voluntaria (1574), pareciese que el objetivo no ha variado ni un ápice: necesitamos repensar la democracia la democracia.
  • La recuperación y el “control de la palabra”: En las llamadas “sociedades de la información”, las (ya no tan nuevas) Tecnologías de la Comunicación y de la Información (TICs) han producido una inflación informativa que ha sido instrumentalizada por grupos de poder. Frente a ella, el ciudadano promedio tiene serias dificultades para procesar una cantidad inédita de datos y tener un posicionamiento crítico o ético. Una vez más, hubo voces de alerta como las de André Schiffrin que se perdieron en la masividad de los medios. Oponerse a lo que André Schiffrin (2006) ha llamado “El control de la palabra” implica no sólo alertar, como hizo él, sobre la hiper-concentración de los corporativos de medios de masas, sino darnos cuenta también de cómo, en el proceso de vulgarización de las ciencias sociales, muchos conceptos son vaciados de contenido, rellenados con información falsa o poco precisa y reinsertados en un sistema que tiende a rechazar o a pervertir todo mecanismo de reducción de la complejidad.
  • El ser humano como mercancía: Aunque la realidad pareciese decirnos cada día que así es, esta idea no es simple retórica, y para entenderlo mejor es indispensable una vuelta a una orfebrería histórico-antropológico- económica en la línea de Karl Polanyi (1983). En efecto, en su “Gran transformación” Polanyi plantea la necesidad de que las sociedades capitalistas “reincrusten” la economía en la sociedad a través del desarrollo de instituciones de regulación, particularmente de todo aquello que no puede ni debe ser considerado como mercancía: la tierra, el trabajo, los seres humanos.
  • La política y lo político como herramienta y espacio: Para permitir “reincrustar” la economía en la sociedad es indispensable echar mano de la política como herramienta, pero también como espacio para la resolución de conflictos por la vía pacífica.

A manera de conclusión, podemos decir que Covid 19 y la sindemia (concentración de 2 o más epidemias) que provocó, ha hecho temblar a Estados y sistemas, pero también ha traído a la superficie un conjunto de fenómenos y conflictos que habían sido escondidos y quizá hasta olvidados debajo del tapete de un sistema que los consideraba rebasados. Dentro de un panorama que parecía fijo y con engranajes que podrían llevarnos a la fatalidad nuestra propuesta de análisis representa una aportación, muy modesta, a las tentativas de muchos otros autores que intentan aportar coordenadas diversas que permitan, a las ciudadanías, encontrar su propio camino hacia la emancipación.

Fuentes:

  • C. Bard (2020). Féminismes 150ans d’idées reçues. Le Cavalier Bleu.
  • F. Fukuyama (1992). Then End of History and the Last Man. Freepress.
  • K. Polanyi (1983). La Grande Transformation. Aux origines politiques et économiques de notre temps. Gallimard.
  • J. Rancière (2007). El odio a la democracia. Amorrortu.
  • D. Saïd (2011). La politique comme art stratégique. Syllepse.
  • Schiffrin (2006). El control de la palabra Despues de la “edición sin editores”. Anagrama.

Sergio Arturo Ávalos Magaña

Profesor de cursos en la Université de Paris Saclay / CY Paris Université

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